06 febrero 2012

El populismo y el machismo de la campaña dominicana reflejan una tendencia mundial

Papá es Hipólito Mejía y quiere ser presidente de la República Dominicana. Llegó Papá es su eslogan de campaña. Y su promesa a los votantes es que Papá les dará lo que no tienen y nunca han tenido. Las elecciones son el próximo mes de mayo y Mejía, quien ya fuera presidente entre 2000 y 2004, podría ser reelegido a pesar de que, durante su mandato, el país sufrió una de las peores crisis económicas de su historia.

Nada de esto interesa mucho al resto del mundo. Pero, a veces, en países sin mayor visibilidad internacional suceden cosas que señalan tendencias globales. La campaña de Hipólito Mejía —y su eslogan— reflejan corrientes que están apareciendo cada vez en más países. El populismo, el machismo, la propensión de los presidentes elegidos democráticamente a tratar de quedarse o volver al poder y la propensión de los votantes a reelegir mandatarios cuya gestión fue desastrosa las vemos de Rusia a Italia y de Tailandia a Ecuador.

Populismo. Con su eslogan Llegó Papá, Hipólito Mejía aparece en los barrios pobres repartiendo dinero, ropa o comida. El populista busca el voto con regalos y promete cualquier cosa sin importarle sus consecuencias o su viabilidad. Si bien todos los candidatos recurren a la demagogia, los populistas van más allá. No les importa hacer promesas que saben que no pueden cumplir o distribuir riquezas que no existen. Una vez en el poder, los populistas necesitan manejar a su antojo los recursos del Estado y por eso no toleran controles ni contrapesos y desprecian a legisladores, jueces, prensa y opositores. Con frecuencia, el populismo acaba derivando en autoritarismo. Cabe notar que si bien florece más en los países pobres, también se ve en democracias avanzadas. Por ejemplo, en el discurso de Sarah Palin o de los precandidatos republicanos de Estados Unidos. Los recientes casos de Hungría, Sudáfrica y Tailandia ejemplifican cuán global se ha vuelto este fenómeno.

El machismo. Hipólito Mejía es “Papá” y Silvio Berlusconi era “Papi”, y sus sesiones de bunga-bunga son ya legendarias. Si bien el machismo de Berlusconi acabó provocando las protestas de las mujeres italianas, el de Vladímir Putin parece encandilar a las rusas. El líder ruso cultiva la imagen del macho alfa, que a pesar de las protestas en su contra, está dispuesto a salvar al país en los comicios presidenciales del 4 de marzo. Las fotos de Putin cazador de osos, Putin vestido de yudoca, Putin en motocicleta a lo Easy Rider, Putin en atuendo de piloto de caza supersónico o Putin con los pectorales al aire han sido más exhibidas que la momia de Lenin. A pesar de que ha caído, la popularidad de Putin entre las mujeres es aún enorme. Hugo Chávez no se queda atrás. Una vez por televisión le anunció a su entonces esposa que esa noche iba a “darle lo suyo”, y otra vez diagnosticó que a Condoleezza Rice le “faltaba hombre” y pidió a alguno de sus ministros que se ofreciese de voluntario para “hacerle el favor a Condoleezza”.

La reelección. El poder es adictivo y la democracia es un antídoto para evitar que los gobernantes se eternicen. Aun así, algunos presidentes democráticamente electos están dispuestos a todo con tal de no perderlo, o recuperarlo. La pasión por la reelección que muestra Hipólito Mejía no es distinta de la de Nicolas Sarkozy, Vladímir Putin o Silvio Berlusconi. No importa que las leyes lo prohíban: ellos las cambian. Hugo Chávez, el boliviano Evo Morales y el ecuatoriano Rafael Correa modificaron las reglas para seguir en el poder. En Europa, África y Asia hay cada vez más ejemplos de esto.

Reeligiendo a los malos. Daniel Ortega acaba de inaugurar su tercer mandato en Nicaragua. Para ello, no dudó en violar la Constitución. En su toma de posesión, Ortega fue apadrinado por Hugo Chávez y el iraní Mahmud Ahmadineyad. En los tres casos, las cifras de los organismos internacionales muestran que durante sus mandatos sus respectivos países han involucionado. Y los tres han sido reelegidos. Berlusconi también. De nuevo, no es un fenómeno latinoamericano.

¡Llegó Mamá! Una mujer podría descarrilar los planes de Mejía, que lideraba las encuestas. Hasta que la actual primera dama, Margarita Cedeño (el personaje político más popular del país), decidió lanzarse como candidata a la vicepresidencia. Ahora Danilo Medina, el candidato del Gobierno y rival de Mejía, ha pasado al primer lugar gracias a que el 25% de quienes dicen que van a votar por él afirman que lo harán “por Margarita”. Y esta es otra tendencia latinoamericana que ojalá se haga mundial: cada vez hay más mujeres en el poder.


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04 febrero 2012

Una observación imparcial al ejercicio político dominicano


Por Dra. Rocío Martínez
La llamada forma de gobierno se ha mal aplicado, según algunos, en los adagios “democracia y participación”, que es la máxima expresión de lo que es un país con una forma de gobierno democrático, en donde el pueblo tiene de manera activa, directa o indirectamente una participación efectiva en la toma de decisiones, acciones y medidas, que de alguna manera conciernen a todas y todos los ciudadanos, por ser estos afectados y donde recae el peso de los resultados de las acciones que ejerza el Estado por medio de su gobernante y de sus delegados. 

La Carta Magna, en su articulado 4, instituye que la forma de gobierno de la nación deberá ser esencialmente civil, republicano, democrático y representativo.
 La democracia participativa es una de las formas de la democracia, en virtud de esta clasificación los ciudadanos adquieren una mayor participación en la toma de decisiones políticas que las otorgadas tradicionalmente en la democracia representativa.
 Se ha definido la democracia participativa como un modelo político que facilita a los ciudadanos su capacidad de asociarse y organizarse de tal modo que puedan ejercer una influencia directa en las decisiones públicas.
 De manera particular, la democracia participativa es una propuesta a la que deben unificarse todos los partidos políticos, otorgar más participación a los ciudadanos y ciudadanas que tengan el interés de contribuir a mejorar nuestra sociedad, dejando de lado las diferencias partidistas y los interés particulares, para poder reconstruir la cosecha social y cambiar el futuro que como nación nos espera, si seguimos actuando con egoísmo.
 Aplicando la democracia participativa haríamos valer lo dispuesto en el artículo 22, numeral 4, de la Constitución, que versa sobre los derechos de ciudadanos y ciudadanas: “Formular peticiones a los poderes públicos para solicitar medidas de interés público y obtener respuesta de las autoridades en el termino establecido por las leyes que se dicten al respecto”. 

En los últimos tiempos la política se ha convertido en el oficio más deseado, una pregunta que llega a la mente de muchos curiosos pudiera ser ¿cuál es la razón que les lleva a desear tanto esa posición? La respuesta es sencilla, por los beneficios lucrativos, las facilidades circunstanciales y el garbo que de esta se ostenta; es apreciada (por muchos) como la vía más asequible para obtener dinero, prosperidad y mayor proyección en el ámbito empresarial, y no obstante eso, también cabe mencionar las facilidades que brinda el poder político de manera diversificada a través del "título” de la función desempeñada, o mejor dicho “título crediticio” (privilegios monetarios por el hecho de decir Yo soy… o ye le sirvo a…)..
 El silencio consume a los indigentes, mientras los que pueden alzar su voz y ser escuchado mantienen la pasividad y el anonimato para no menguar ante las búsqueda de preservar los derechos que el Estado está en obligación de resguardar, o será que el ambiente no es propicio para los políticos que han pasado por esta República “democrática, independiente y huérfana”. 

La política no es un juego, es el escenario en donde se necesita personas capacitadas y con actitud de servir, no solo a su familia, amigos y demás, sino a la Patria y a su pueblo, porque para eso se eligen a los funcionarios, para que representen los interés nuestros y no los suyos “la avaricia lleva a trastornar hasta los Estados más sólidos”.
 Como diría Francisco Moscoso Puello, en “Cartas a Evelina”: “La política es el arte de vivir del Estado y este no viene a ser en definitiva más que una Sociedad de Socorros Mutuos, una especie de Monte Pio, en el cual se reciben todo género de servicios a determinado tipo de interés, y los cuales pueden variar desde la delación hasta el acto de heroísmo más escandaloso.” [Hacemos Ley, para que sean cumplidas, pero el mandato que reinará será el de la conciencia, si tu conciencia está llena de sabiduría crearás leyes y las obedecerás, si solo sigues dogmas y careces de pensamientos firmes ni valores humanos, serás juzgado por toda tu existencia por tu conciencia].

Una cosa es la “pasión política” y otra es “el fanatismo político” existen diferencias marcadas, entre las que cito: la primera es infundada por la vocación de servicio, la segunda solo es impulsada por la ambición que envuelve la mente de un ser humano sin escrúpulo; otra diferencia es que la pasión aparta el propio interés y el fanatismo lleva a quien la siga al punto de perder la razón y actuar sin conciencia y de manera egoísta.. 
Por todo esto, el verdadero cambio lo lograremos cuando demos aforo a las grandes ideas de los ciudadanos humildes y brillantes, jóvenes y adultos, que desean cambiar a su nación, y que no se les ha brindado la oportunidad de expresión y activismo en un Estado democrático del cual ellos forman parte. 
¡Entonces actuemos por pasión!

FUNDACION PRO-JURIS CAUSA